Cuando Claudia Cárdenas comenzó a recibir donaciones de ropa durante la pandemia, lo que inició como un esfuerzo solidario pronto reveló una realidad compleja y poco explorada: una parte significativa de la ropa donada estaba en mal estado, inservible para quienes la necesitaban, mientras otra era completamente nueva o casi sin uso. En ese contraste, Claudia percibió un problema ambiental mayor que requería soluciones creativas y sostenibles. Inspirada por su experiencia y el impacto negativo de la moda en el medioambiente, Claudia decidió fundar Solía Ser, una app que combina el deseo de darle una segunda vida a la ropa con la necesidad de reducir la huella de carbono de la industria textil.

A través de Solía Ser, Claudia ofrece una herramienta para quienes buscan vender, comprar o donar ropa usada, pero con un propósito que va mucho más allá del consumo. “Nuestro objetivo es disminuir la huella hídrica y ambiental de la industria textil, generar ingresos adicionales para personas y, sobre todo, despertar una conciencia real sobre las decisiones que tomamos al consumir moda,” explica Claudia. La plataforma incluye opciones para vender y comprar, pero también para donar a comunidades vulnerables o a diseñadores que utilizan prendas en desuso para crear nuevas piezas a través del upcycling.

ECONOMÍA CIRCULAR EN ACCIÓN

La economía circular es la esencia de Solía Ser. Claudia se asoció con empresas como Textiles Copacabana para transformar ropa en mal estado en lana, material que luego puede convertirse en nuevas prendas o textiles. Esta cadena de reutilización, que permite reducir desechos y alargar la vida útil de las prendas, se alinea con el objetivo de Claudia de convertir la moda en un sector menos contaminante. “Al comprar una prenda de segunda mano, disminuimos nuestra huella de carbono al 50%. Si multiplicamos este esfuerzo, podemos ver un impacto significativo en la calidad del aire y en la reducción de residuos,” comenta.

En Bolivia, donde no existían opciones accesibles y prácticas para la compra y venta de ropa de segunda mano, Claudia encontró un mercado dispuesto a adoptar la iniciativa. Con más de 7,000 descargas y un flujo constante de usuarios comprometidos, Solía Ser ha ido ganando terreno. Sin embargo, Claudia se enfrenta a un reto constante: educar a los usuarios en prácticas de consumo responsable. “El desafío más grande es hacer que la gente entienda el daño que genera la industria textil y lo necesario de disponer sus prendas de manera responsable. La app es una herramienta, pero el cambio debe iniciar en cada uno de nosotros,” sostiene.

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

Las metas de Claudia son ambiciosas. Sueña con expandir el alcance de Solía Ser no solo dentro de Bolivia, sino también a nivel regional, y asegura que el próximo paso está en formalizar alianzas público-privadas para maximizar el impacto de la app. “La idea es que la población, el sector privado y el gobierno trabajemos juntos. La visión es lograr una Bolivia que gestione de manera eficiente sus residuos textiles y, a largo plazo, quizás exportar esta lana reciclada,” dice con convicción.

UN CAMBIO EN LA MENTALIDAD DE CONSUMO

Su impacto no solo radica en las transacciones que ocurren dentro de la app, sino en los cambios de hábitos de consumo que promueve. Claudia sostiene que cada prenda que se vende o se dona a través de la plataforma es una victoria contra el fast fashion y el consumismo desmedido. “La basura de unos puede ser el tesoro de otros. Si podemos transformar esa mentalidad, estamos un paso más cerca de una economía circular en Bolivia,” afirma.

Solía Ser no solo está redefiniendo la moda en Bolivia, sino que está tejiendo una nueva cultura de conciencia y responsabilidad en el país. Cada descarga, cada prenda comprada o donada, y cada usuario que se une a la plataforma es un paso hacia un planeta más limpio y una economía más circular.

 

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