En la ciudad de El Alto, nace una historia de sueños compartidos y de esfuerzos inquebrantables: Industrias Metalúrgica Carap Bolivia, un emprendimiento que no solo transforma el aluminio reciclado en productos útiles, sino que ha hecho de la unión familiar y el compromiso con la sostenibilidad sus cimientos.
La creatividad nace en la necesidad
En 2020, los esposos, Gabriela Acarapi e Iván Nelson Carhuani enfrentaban una encrucijada. Ambos se sentían atrapados en un ciclo donde el trabajo diario los alejaba de su familia. Gabriela, una profesional en el sector industrial, y su esposo, con una sólida experiencia en metalurgia, ansiaban un cambio. La necesidad económica se entrelazaba con el anhelo de estar cerca de sus hijos, naciendo así la idea de aprovechar los residuos de aluminio para forjar un futuro juntos.
“Queríamos estar juntos como familia,” recuerda Gabriela. “La necesidad nos empujó a buscar una manera de generar ingresos mientras nos manteníamos unidos. Encontramos en el aluminio reciclado la oportunidad de hacerlo realidad.”
La fuerza del conocimiento y la pasión
Con el conocimiento técnico en metalurgia de Iván y la experiencia industrial de Gabriela, la pareja decidió convertir el desafío en una oportunidad. Su pasión por la manufactura y la química se convirtió en el motor que impulsó a Industrias MCB. Empezaron recogiendo residuos de aluminio en basurales y carreteras, descubriendo que no estaban solos en esta misión. Otras familias recolectaban estos materiales, y pronto se convirtieron en sus aliadas, proporcionándoles la materia prima necesaria para sus productos.
“No nacimos con un propósito de impacto ambiental,” confiesa Gabriela. “Buscábamos ingresos, pero descubrimos una oportunidad al utilizar residuos de aluminio que aquí no se producen en su forma virgen.”
El impacto tridimensional
La pandemia de Covid – 19 marcó un antes y un después para la empresa. Con la necesidad de alimentar una boca más en casa, Gabriela y su esposo se reinventaron. El emprendimiento, que al inicio fue una respuesta a la necesidad económica, evolucionó hacia un modelo de negocio sostenible con un enfoque de triple impacto: ambiental, social y económico. La participación en capacitaciones les abrió los ojos a la magnitud de su impacto.
“Hemos visto la oportunidad de generar trabajo para recolectores de aluminio,” explica. “Capacitaciones como ‘Inspira Triple Impacto’ nos ayudaron a comprender que estábamos generando beneficios ambientales y sociales sin darnos cuenta.”
Creciendo juntos
Hoy, la familia está más unida que nunca, disfrutando del crecimiento de su familia y del emprendimiento que han construido. Sus dos hijos, de 4 y 7 años, crecen en un ambiente donde el trabajo y la familia están interconectados, observando cómo sus padres superan desafíos y convierten el aluminio en arte.
“Nuestros hijos ven lo que hacemos, entienden la importancia de nuestro trabajo y crecen con una mentalidad de emprendedores,” afirma Gabriela. “Eso es lo más bonito: verlos crecer al lado nuestro mientras hacemos lo que amamos.”
Desafíos y visión de futuro
A lo largo de sus cuatro años de existencia, Industrias MCB ha enfrentado numerosos desafíos, desde la capacidad productiva hasta la competencia en el mercado. Iniciaron fundiendo 10 kilos de aluminio, y hoy procesan 600 kilos mensuales. Han diversificado sus productos, fabricando jaladores de puertas de estilos colonial y minimalista, entre otros.
“Queremos seguir aumentando nuestra capacidad productiva,” menciona Gabriela. “Nuestra visión es expandirnos a nivel nacional sin descuidar a nuestros clientes actuales. Sabemos que no será fácil, pero estamos determinados a seguir creciendo.”
Inspiración para emprendedores
Para quienes sueñan con emprender, Gabriela e Iván tienen un mensaje lleno de esperanza y determinación. “Cumplan sus sueños,” anima Gabriela. “Empiecen con lo que tengan. La constancia y la perseverancia son claves. Si te caes hoy, levántate mañana.”
Su esposo añade con firmeza: “La disciplina es esencial. Bolivia nos necesita, y es nuestro turno de trabajar por un futuro mejor para nuestro país. Cada desafío es una oportunidad para mejorar y seguir adelante.”
Sin duda este emprendimiento es más que una iniciativa de reciclaje de aluminio. Es un testimonio vivo de que, con amor, conocimiento y determinación, se pueden transformar los desafíos en oportunidades, y los sueños en realidad. La familia Carhuani Acarapi ha demostrado que el verdadero valor de un emprendimiento no solo reside en sus productos, sino en la capacidad de unir y contribuir a un futuro sostenible para todos.
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