Este año el mundo se paralizó a causa del avance del Covid-19 y un efecto inesperado hizo eco: los niveles de contaminación descendieron notablemente por el confinamiento que obligó a todos a permanecer en casa. Pareciera que es la forma como el planeta se hace escuchar para que le demos un respiro. Lo que demuestra que debemos cambiar radicalmente nuestra cultura de consumo por una más “verde”, que proteja el medioambiente para una vida mejor.
Durante el primer trimestre del año, los diarios en todo el mundo empezaron a reportar efectos inesperados en el mundo a causa del confinamiento masivo en diferentes países, a causa de los estragos provocados por el virus Covid-19 en la salud mundial: los niveles de contaminación habían descendido asombrosamente.
“Las emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido y la calidad del aire ha mejorado a raíz de las medidas de contención de los Gobiernos frente a la pandemia de COVID-19. Sin embargo, la responsable del agencia de la ONU encargada de velar por el medio ambiente, Inger Andersen, explica que ese impacto es solo temporal, por lo que el coronavirus ha de verse como la necesidad de construir una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta”, se leía el 8 de abril en el portal de noticias de la ONU.
Por esas mismas fechas, el BID en su blog ‘Mejorando Vidas’ publicaba un artículo en el que se señalaba que a medida que los aviones se quedaban en tierra y los vehículos desaparecían de las calles, se presenciaba en tiempo real reducciones considerables en la contaminación del aire y las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
“Las respuestas globales al coronavirus están conduciendo a una reducción masiva en la contaminación del aire y las emisiones, que pueden contribuir a reducir las complicaciones de salud y las muertes prematuras relacionadas con la contaminación del aire. En China, las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyeron aproximadamente un 25%. En Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile, la contaminación del aire se ha desplomado debido a la reducción del tráfico”, se lee en el artículo titulado ‘¿Puede el COVID-19 ayudarnos a visualizar un futuro más sostenible y resiliente?’.
Así, la reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero y la mejora en la calidad del aire en distintas ciudades alrededor del mundo, son algunos de los efectos colaterales positivos e inesperados que se han dado en el medioambiente a raíz del distanciamiento social para evitar la propagación del Covid-19. Estos efectos recuerdan el alto costo que resulta mantener el sistema económico actual y de lo poco que se ha hecho para mitigar sus impactos nocivos al planeta.
Por lo tanto, no se debe perder la oportunidad ante la actual coyuntura para acercarse a visualizar las consecuencias de los hábitos cotidianos. El ser humano debe preguntarse: ¿cómo se mueve?, ¿cómo trabaja?, ¿cómo se alimenta? pues, esto influye profundamente en el medioambiente y tiene repercusiones socioeconómicas y de incidencia transversal.
Lo anterior lleva a preguntarse: ¿por dónde empezar a cuidar el planeta?, ¿cómo se puede proteger el medioambiente cambiando los hábitos de consumo y alimentación? y ¿cómo reducir la producción de basura?
Sin ir muy lejos, se puede comenzar desde los hogares, aprovechando los días de cuarentena, con acciones pequeñas como las siguientes:
- Evitar compras innecesarias.
- Preferir comprar alimentos no envasados, como frutas y verduras.
- En vez de comprar varios paquetes pequeños de productos, comprar uno grande y buscar opciones de almacenar o guardar.
- Compostar residuos orgánicos de tener la posibilidad.
- Separar correctamente al momento de desechar: residuos orgánicos e inorgánicos y si es posible en reciclables (papel, aluminio, vidrio, cartón, tetrapack, etc.).
- No desperdiciar energía: apagar las luces que no utilicemos y desconectar los aparatos eléctricos.
Desde FUNDARE, Fundación para el Reciclaje Santa Cruz, se considera vital generar espacios para educar y fomentar la cultura en el cuidado del planeta y promover las iniciativas y prácticas sostenibles. Por ello, se ha organizado webinars con temáticas relacionadas al cambio climático, economía circular, sostenibilidad y gestión de residuos sólidos. Se debe ser consciente de la necesidad de un cambio no solo del modelo económico actual, sino en nuestros hábitos como ciudadanos y consumidores. La tarea es de todos y el esfuerzo debe ser conjunto.
Hay que ver esta crisis como una oportunidad para modificar hábitos que aseguren un futuro digno para la especie humana y la relación que se tiene con el planeta.
La forma en que se trabaja y la forma de relacionamiento podrían dejar de ser tan presencialistas y demandantes de recursos.
No existe un “planeta B” en el que la humanidad pueda vivir, por lo tanto, es imperativo asegurar la entrada en una madurez como sociedad con conciencia de la colectividad y la corresponsabilidad social y recordar que, si se sigue presionando los ecosistemas naturales con un consumo exacerbado de recursos y territorio se puede perder la capacidad de resistir el embate de eventos climáticos extremos y perder en definitiva, la resiliencia como sociedad.