Decir que estamos viviendo en un estado de guerra no suena muy descabellado si analizamos la situación de nuestro país y del mundo entero y la comparamos con cualquier otro momento que hubiéramos vivido antes, y tendrá una repercusión global que no logramos dimensionar. La Canciller alemana, Angela Merkel, se adelantó indicando que los efectos negativos de la crisis sanitaria se compararán con el desastre ocasionado por la Segunda Guerra Mundial en la economía de dicho país. Esas, son palabras mayores.

Por: Julio Silva, Gerente Cooperación y sostenibilidad CAINCO

Muchos aseguran que estamos en un período parecido a la crisis financiera del 2008 y otros afirman que terminaremos tan mal o peor que en la recesión mundial del año 1929. Lo cierto es que nada está claro con la pandemia ocasionada por el Covid-19, ni cuánto durará ni cuáles serán los efectos a corto y a mediano plazo. Más que una guerra, el coronavirus nos tomó desprevenidos como un tsunami mundial que llegó sin avisar y con efectos devastadores para la salud, la economía y la forma de vida como la conocemos.

Al 8 de abril se tenía casi 1,5 millones de personas infectadas, más de 85 mil muertos en más de 180 países. El problema no es la tasa de mortalidad de la enfermedad, sino la velocidad de contagio que ha colapsado los sistemas de salud de varios países, desde las unidades de emergencia, las terapias intensivas e incluso el tratamiento de los fallecidos. Esta situación ha obligado a muchos países a tomar medidas drásticas que afectan a la forma común de vida de las sociedades.

Las economías y las empresas también se infectan

Sin lugar a dudas la primera preocupación es la salud de los ciudadanos; sin embargo, las medidas de prevención como la cuarentena tendrán implicancias previstas, tales como la disminución de la actividad económica que puede traducirse en disminución de la generación de empleo, posible cierre de empresas, reducción de la dinámica de las cadenas productivas y disminución del comercio internacional.

En un taller organizado por la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz – CAINCO[i], en el marco del Programa AL-Invest apoyado por la Unión Europea, se tuvo la participación de 40 entidades de diversos países de Latinoamérica y Europa. En la ocasión se discutió sobre los posibles efectos de la pandemia sobre la actividad empresarial, resaltando los siguientes elementos comunes a todos los países:

  • Crisis económica y falta de liquidez: Debido al estado de emergencia o cuarentena, todo, con excepción de las tiendas de alimentos y farmacias, cierra. Muchos negocios y emprendedores han cerrado temporalmente sus empresas por el estado de emergencia sanitaria, dejando de percibir ingresos, lo que puede generar un cierre definitivo de muchas fuentes de empleo. Un estudio reciente de la CEPAL calcula que la caída del PIB de la región será entre el -3% y -4%.  La falta de movimiento económico tendrá como efecto inmediato la falta de liquidez en las empresas que les permita realizar sus actividades de forma normal.
  • Desempleo e informalidad: Esta falta de liquidez en las empresas desencadenará una ola de despidos en las empresas, muchos emprendedores cerrarán sus negocios de manera definitiva y mucha gente quedará sin empleo. También hay que tomar en cuenta a los trabajadores por cuenta propia o autónomos, que representa el 53% en la región y que, debido a la caída de la demanda, no tendrán fuentes de ingreso.
  • Suspensión de la cadena de pagos, suministros y cadenas productivas: La interrupción de las cadenas de producción tendrá un impacto significativo en la economía de la región debido a la integración en actividades poco sofisticadas, porque nuestra región importa productos de la Unión Europea, China y Japón. Son muy pocos los países de la región que exportan productos manufacturados (Chile, Colombia, México), nuestros países son principalmente receptores. América Latina y el Caribe no tienen las capacidades suficientes para enfrentar un corte generalizado de las cadenas de valor. En 2020, se espera que el valor de las exportaciones en América Latina y el Caribe caerán en un -10,7%, debido a la disminución de los precios y a la contracción en la demanda agregada global. En américa del Sur esta disminución se estima que sea -13,8% aproximadamente.
  • Salud mental (agotamiento, ansiedad, soledad) La necesidad del distanciamiento social que los países tiene una incidencia directa en la salud mental de las personas, generando ansiedad, estrés, angustia y en algunos casos soledad. Las actividades de ocio y esparcimiento cambian o mejor dicho se limitan, las personas no pueden realizar deportes o reunirse físicamente con sus amistades. El cierre de las escuelas también es un factor muy importante que considerar. Algunos sectores como el de salud por ejemplo puede verse más afectado, tomando en cuenta que los médicos deben ampliar sus horarios laborales para poder dar cobertura en la atención de pacientes con COVID-19.

Una hoja de ruta necesaria

En momentos de incertidumbre como el que atravesamos, necesitamos una guía, una hoja de ruta que nos permita sortear obstáculos y mantener fija la dirección y los objetivos. En un recuento rápido encontramos algunos elementos comunes a toda la humanidad que podrían servirnos en este momento. Uno de ellos es la agenda de desarrollo al 2030, planteada por las Naciones Unidas y adoptada por la mayor parte de los gobiernos, conocido como Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Posiblemente, cuando los líderes de la Organización de las Naciones Unidas, en septiembre de 2015, dejaron de lado el fallido intento de luchar contra la pobreza en base a los Objetivos del Milenio y adoptaron el nuevo esquema multidimensional de sostenibilidad, ODS, no se imaginaron la importancia que hoy en día reviste este sistema, con metas, indicadores y responsabilidades para todos los actores de la sociedad y que, ahora, deberá dar la orientación a los próximos pasos que debe dar la humanidad.

Hasta hace algunos meses, específicamente en la cumbre por el cambio climático, conocida como Conferencia de las Partes (COP 25 Chile), realizada en Madrid en diciembre de 2019, los avances del primer lustro de los ODS, en materia ambiental, dejaban mucho que desear. No hubo un acuerdo claro y las metas originales se mostraron insuficientes para lograr un verdadero cambio y el cumplimiento al momento era casi vergonzoso.

La segunda mitad del año 2019 la humanidad vivió una catástrofe por la quema de los bosques, pastizales, reservas naturales y otras áreas, destacándose los incendios de la Chiquitanía en Bolivia, la Amazonía, en Siberia, en California y los sistemas de bosques australianos. Casi 20 millones de hectáreas fueron consumidas, dejando como resultado una muy elevada emisión de gases de efecto invernadero y una afectación a los ecosistemas que, entre sus múltiples funciones, sirven como sumideros de carbono, preservan el capital ambiental y regulan el clima.

De la misma forma, a inicios del presente año, la CEPAL preparaba un informe sobre el avance en las otras dimensiones de los ODS, con una nota poco favorable en cuanto al cumplimiento de algunas de las metas. Esta información tuvo que ser actualizada y fue presentada por la Secretaria Ejecutiva a inicios del mes de abril, con los ajustes necesarios por la recesión global que causará la Pandemia.

En el análisis mencionado, que analizó 72 series estadísticas de los indicadores que se deben cumplir en la región de Latinoamérica y el Caribe, solo en 6% se ha logrado cumplir las metas, un 21% está en buen camino, en 29% están retrasados y necesitan más apoyo de políticas públicas, en 38% no se ha tenido ningún avance y en 7% se ha sufrido un retroceso.

La importancia de los ODS

Aquí nos preguntamos, ¿si el avance de los ODS es insuficiente, por qué seguir insistiendo en este modelo? La respuesta es contundente. El compromiso de los ODS  es asegurar la prosperidad de todos, erradicando la pobreza y protegiendo el planeta, es decir un mejor futuro común para todos. Es por eso que como humanidad debemos seguir apostando por ellos.

Otra de las razones para tener en el mapa a los ODS, es que la pandemia está poniendo en riesgo la integralidad de la Agenda 2030. El efecto de esto podría ser muy negativo para el futuro del planeta.

Dadas las limitaciones en las actividades, los efectos mediatos son la pérdida de ingresos, la pérdida de empleos, lo que repercutirá negativamente en la lucha contra la pobreza, la lucha contra el hambre. Los episodios de crisis de salud están afectando al sistema de salud, lo cual a su vez perjudica el tratamiento de otras enfermedades, incluso a los episodios más sencillos. La suspensión de las labores escolares y universitarias perjudica en el proceso de educación, sobre todo a los grupos más vulnerables que no tienen acceso a sistemas informáticos. En estos días se han producido muchos casos de violencia contra la mujer y la carga desproporcionada en las labores del hogar podría repercutir en mayores desigualdades entre hombres y mujeres.

Sumados a estos posibles problemas, las cuarentenas, que afectan de forma inmediata a las personas que viven de sus ingresos diarios, podría provocar un caos social, que desemboque en violencia y saqueos. A nivel institucional, las tensiones ocasionadas por la crisis podrían desarticular la colaboración entre actores y, a nivel internacional, generar un sobre proteccionismo y nacionalismo.

Por otro lado, se podría pensar que el más beneficiado es el medioambiente al haberse reducido de forma significativa la mayoría de las actividades cotidianas. Sin embargo, tal como sucede en una dieta mal llevada, el efecto rebote podría ser aún más perjudicial. Al reiniciarse las actividades, la desesperación por generar ingresos podría provocar un mayor daño al medioambiente, olvidándose los compromisos por la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, lo que a su vez provocaría una aceleración en el calentamiento global y que finalmente repercutiría, posiblemente, en nuevas pandemias o en desastres naturales mayores.

La solidaridad como salida a la crisis

El escritor y filósofo israelí Noah Harari escribió hace poco, en relación a la crisis COVID-19, que el mejor antídoto para la pandemia no es el aislamiento y la segregación, sino la cooperación. Este pensador indica que los países no pueden salvarse cerrando las fronteras, tanto las físicas como las de la información, al contrario se debe promover el intercambio de información científica confiable y se debe promover la solidaridad global.

Este concepto es compartido por Peter Diamandis, fundador de Singularity University, destaca el optimismo que siente en este momento por el intercambio de información y conocimiento que se está dando entre científicos y médicos que están realizando todo tipo de pruebas en torno al Coronavirus y que está siendo compartido a una gran velocidad para que la humanidad tenga, cada día, un mejor conocimiento sobre este virus, hasta que se encuentre una cura o una vacuna. Diamandis también menciona que esta es una etapa en la que se está construyendo un sistema que nos permitirá soportar de mejor manera con una respuesta más temprana a futuras crisis sanitarias como la que vivimos estos días, con base a dos principios: innovación y cooperación.

Así como pasa con las personas, que al principio tienen temor y rechazo por quienes desafortunadamente están infectados por el virus, y que luego encuentran la fortaleza de la solidaridad y empatía para apoyarlos en los centros médicos, las sociedades, los gobiernos y las empresas deben buscar los mecanismos para la cooperación y la solidaridad para salir adelante.

Es necesario que se construya una nueva visión, que incluya una verdadera integración entre pueblos y naciones, que destrabe el comercio y el conocimiento, que abra las puertas a la colaboración entre instituciones y países.

Esta nueva forma de acción debe basarse en los conceptos de producción y consumo responsable, con un comercio más sensible, con modelos de negocios basados en los beneficios que se aporta a la humanidad antes que ver únicamente el lucro.

Se debe construir una sociedad incluyente, que considere las potencialidades de todos los actores, que tome en cuenta a todos sus miembros, brindando apoyo a los grupos más vulnerables, dándoles los medios necesarios para que salgan adelante.

Una lección que debemos sacar de esta pandemia es promover por todos los medios la formalidad. Los empleos formales y las empresas formales, a través del pago de impuestos racionales y de esquemas de previsión adecuados, construyen una red de protección que permite afrontar los momentos de crisis, así como lo hacen las economías más adelantadas que pueden proteger los empleos e inyectar recursos en la economía. Pero la formalidad debe ser repensada para que no sea excluyente y que recaiga solo en unos cuantos que en momentos difíciles serán los que soporten las cargas más pesadas.

En suma, se debe sacar el lado más humano que tenemos los seres humanos para diseñar y construir una nueva forma de sociedad global.

Despertar la espiritualidad

En momentos como estos tenemos que mirar con los ojos del alma, hacia afuera y hacia adentro para ver que, como seres humanos, tenemos una conexión muy importante que nos ayudará a salir adelante. Simon Sinek, lo llama “Juego infinito”[ii], que es un llamado a todas las personas que quieren romper estatus quo de la comodidad de las cosas “que se hacen siempre como siempre fueron hechas”. Esta idea de una vida infinita, en la que se desarrollan los negocios, las relaciones personales, la amistad, las parejas, nos permite construir el futuro en base a la colaboración, innovación y relaciones humanas sanas y duraderas.

Cada uno debe tocar las puertas que lo conducen a la espiritualidad, es decir el vínculo que nos une como personas con nuestras creencias más íntimas y profundas. Para algunos es la Divinidad reflejada en una religión y para otros en una forma de vida. No importa cuál sea nuestra creencia en la fuerza creadora o nuestra percepción de Dios, este es un buen momento para hacer las paces con uno mismo, con la humanidad y con ese puente que nos une espiritualmente con nuestra creencia.

En su bendición Uri et Orbi, del 27 de marzo, el Papa Francisco, en relación a la pandemia, decía, “Señor, no nos abandones”, y dijo que el virus es una “tormenta inesperada y furiosa”, es una “tempestad que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades”. Añadió también “Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos” por eso nos llamó a “a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en las que todo parece naufragar”.

En síntesis, si colaboramos unos con otros, trabajamos juntos en encontrar las soluciones y construimos un futuro común, los efectos de la pandemia afectarán de múltiples formas al futuro de la humanidad.

No hay salvación individual.

 

  • [i] CAINCO es la entidad coordinadora del Programa AL-Invest 5.0 financiado por la Unión Europea y ejecutado en 18 países de América Latina, por más de 100 instituciones. www.alinvest5.org
  • [ii] Sinek, Simon. Infinite Game, 2019. Profolio Penguin
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